dos en la ciudad

Fue después del mediodía como para fines de enero, diciembre o febrero. En el pacha éramos varios, trabajando hermanados y en cuero. Unos pintaban un mural, otros catalogaban la biblioteca, veniecitas acá, martillazos allá.
Ahí, justo ahí llegaron Clarita y Mercedes y urdían un plan. Habían venido no se si al quinteto de la muerte o al ciclo único y genial que fue “no estoy bien”. Como si hiciesen falta mas señas que su parecido mutuo y su simpatía, como si la canícula que imperaba en la metrópolis no hiciese que todos nos pusiésemos de acuerdo fácilmente debatimos el proyecto por arriba, el pacha era un caos alegre.
Y así, sin querer queriendo, largaron, como quien no quiere la cosa “Es apropósito” un ciclo con un nombre extraño.
Esa primera vez leyeron Clara, Oliva, Blatt y Lobov y toco “una que sabe” Maria Ezquiaga (¿Será algo del Ezquiaga que toca este jueves?). Y ellas gustaron del Pacha y el Pacha gusto de ellas y la cosa siguió. Lo que se dice un ciclo.
Valla sorpresa cuando estas muchachas tan menuditas empezaron a traer grosos, ignotos y de los otros. Y también a otros que a fuerza de ser amigos de la casa habían perdido su estatus de eminencias para pasar a ser eminencias ebrias. Como fuese, hicimos muchos amigos de sus amigos y más amigos de los amigos de sus amigos.

Nada mas y nada menos que de eso se trata todo esto.

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